Sonrisas que no sonríen,
árboles sin hojas...
que volaron tras tu rastro,
en aquel sinfín de miradas perdidas,
pinchos que protegen las rosas,
y que son el riesgo que hay que correr
para poseer la belleza.
Silencios que no callan,
allá por el laberinto del bosque,
donde sólo los expertos...
no se pierden.
Mar con delfines,
violines del destino azul,
que acompasan el vaivén
de las espumas blancas,
que, a veces, son rosas...
sin destino aparente.
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