Y no me importa que me vean del brazo y por la calle Mayor,
porque tu tienes el recato y yo la prudencia...
de mostrar, sólo a los cielos abiertos,
la sal de mil saleros de los mares,
que han hecho casi vicio opulente de la generosidad.
No, no se trata de lucirte, cual trofeo de platino al sol,
sino pasear con luz propia iluminando las esquinas oscuras,
amordazando malicias, generando ilusiones,
obviando envidias insanas y musiqueando alivios y corduras…
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