Siempre me rompías los esquemas,
incluso en las partidas de ajedrez,
me salías de caballo...
o con algún peón inesperado.
Y cuando te esperaba en la esquina,
tú ya habías llegado,
siempre llegabas antes,
siempre tenías una marcha más,
un toque acelerado...
que conducía tu inteligencia
más allá de los alcances racionales.
Un día te vi detrás de un vino,
yo ya había llegado, murió la prisa,
y en la justa neutralidad...
me pareciste maravillosamente normal.
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