Madrugué y esperé el amanecer,
allá donde el río se abraza con el mar,
cual hijo que, después de curtirse en mil trayectos,
va a su definitiva casa de acogida.
La barca se mueve, el mar abraza en olas al río pródigo,
y yo me doy la vuelta para atracar en el último tramo...
de mi río favorito, el Ebro, por supuesto,
mientras algunos polluelos de ánade con madre,
se pasean por sus patios de cañas,
también alguna moto acuática desbocada,
mancha, junto con mi barca, la Naturaleza…
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