Mi añoranza se pasea cabizbaja,
sin apenas reparar en lo pisado con tanta pasión.
Me siento allá por donde nos aplaudían los romeros,
y los tomillos, más discretos ellos...
aromatizaban con sus florecillas de delicado ensueño.
Y en alzar un poco la cabeza, reparo en un nido de gorriones,
hogar de mil cortejos bien trinados, que olvidaron las nostalgias
y vencieron los olvidos y las indiferencias.
El bosque siempre despeja y repara,
y se acaba levantando el ánimo
y mirando horizontes lejanos a través de las hojas
que caen mostrando caminos a gritos…
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