Algunos padres tienen una mala interpretación del amor filial, se ciegan y obran para los efectos contrarios, incluso de sus propios propósitos. Quizá aquella formación que se les ofrece en las escuelas de padres, y que suelen rechazar, les seria básica para un correcto proceder. También algunos profesores no tenemos la sutil delicadeza para hablar con los padres, aquella gracia que, sin ofender, no oculta la verdad. Siempre recordaré, no sé si con orgullo o con una cierta desfachatez, lo que una vez le dije a una madre: “El problema que tiene su hija es usted, que no la deja respirar y este plan no la deja vivir…” Tenía más razón que un santo, pero el gancho directo a su corazón equivocado pudo y debió ser amortiguado con otras palabras que no le alejaran la verdad. La sinceridad y el no mirar a otra parte, pueden crear problemas a los profesores, pero no mayores que esconder la cabeza bajo el ala de la cobardía. Padres y profesores, siempre en edad de soñar y aprender…
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