dimecres, 10 d’octubre del 2012

Una en castellano...


Mi idioma es el catalán, lengua de mis queridos mayores, pero también hablo y escribo medianamente bien la lengua castellana… de hecho estudié bachillerato y magisterio en esa lengua y después tuve que hacer el reciclaje para poder enseñar en catalán que es lo que quería y me llenaba, además de ser requisito indispensable para trabajar en una escuela catalana. Hace tiempo que no escribo en la lengua de Cervantes. Hoy voy a probarme y complacerme en el recuerdo… No seré yo quien busque en las lenguas un motivo de discordia, si no afinidad de fuentes de riqueza, de respeto, de cultura… sólo los muy necios buscan, en los conocimientos y en el saber, armas que arrojar a la ciencia, atentados a la inteligencia más racional. Allá ellos, son los de siempre y gritan y se exclaman… luego cabalgamos, existimos, faltaría más.

Hoy voy medio cejijunto y cabizbajo, no sé si llenando vacíos o vaciando llenos, que de todo hay en mi viña. Es una ciudad con mar y barcos que llevan muy lejos, aeropuerto y ave de paso, para perderte o encontrarte en un horizonte sin fronteras, ciudadano de un mundo no impuesto, libre de hablar y escuchar y decidir como un ser normal, en un espacio normal, donde los tanques son de juguete y los aviones de transporte. En el después inmediato, toca pecho fuera y cabeza alta, mi barba es blanca, como también algunos de los pelos que salen de mis brazos, tengo una edad, casi dos, conozco la historia, también las historias que nos contaron y sé que, a veces, la verdad es muda y la mentira trilingüe, y conozco al que habla por voz de su amo y quien vende democracia con paraguas, conozco la caverna oscura donde el fuego quema la decencia y proclama oscuridad…

Algún día me gustaría contarles que unos políticos, sin cena previa ni posterior, se reunieron y se escucharon, dialogaron y buscaron la verdad, no su verdad, y encontraron soluciones basadas en el respeto y en la justicia, sobretodo la distributiva, aquella en la que todo el mundo se entera, porque se lo han contado bien, que los macarrones no los pone la suegra, porque son míos y sólo una ínfima parte de lo que reclamaría la ecuanimidad, agravios comparativos aparte, de los cuales hay ejemplos mil, al alcance de la curiosidad circundante. Uno quisiera ser feliz apartado del mundanal ruido partidista, uno recuerda los recurridos tanques que el merluzo de turno sin ley los menta como fuerza persuasiva, uno ve al pueblo, uno piensa que la Constitución está al servicio de la Democracia y no al revés, uno piensa que se puede hablar de todo, uno sabe que no se puede ser tan exageradamente torpe, uno piensa… a veces, incluso en castellano…
 

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