Aquel caminar lento, pausado, con tiempo para ver...
y pararte a mirar cuanto capte tu atención.
Mirar el mar, una inmensidad azul...
donde encontrarse con los infinitos,
mirar una hoja, que se ha teñido de marrón,
como para ingresar en un cuadro,
mirar una piedra y pensar cómo ha podido rodarse tanto
para conseguir está firme suavidad de fríos redondeados,
mirar la cara de un niño, beber su inocencia...
y anclar la aceleración de los despropósitos.
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