Nadie en la tarde, las calles vacías, la playa sola,
el bosque... un campo de soledad, asolado.
La ventana muestra la fuente helada,
un rastro de hojas que han perdido su encanto
y apenas crujen, porque nadie las pisa…
Soledad, que no tristeza, porque el alma se complace,
y se serena, y reflexiona, y se llena de todas las esencias
que acuden al llamado del abrazo…
Impresionante lo que cabe en mis brazos, y como abrazan.
Se oye un alegre crujir de huesos…
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