En el camino de regreso, no había ni una sola de las migas de pan que solté en la ida, pero olía a romero, en un silencio instalado en la paz. El sendero, apenas visible, está invadido por las hojas, que ya no vuelan, sólo confunden con su color tierra los diseños caprichosos del bosque. Siempre en el regreso puedes apreciar lo sembrado y ver aplaudir a los pájaros, asomando agradecidos por entre el ramaje de la arboleda centenaria...
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