Te doy mi brazo, aquel que di a torcer...
por tus encantos interiores,
y que me hicieron sentar la cabeza.
Y con el brazo el abrazo que cobija,
con mi mejor disposición y sinceridad del alma.
Contigo llegó la calma y el sosiego,
pero el presente se hizo vivo y vigoroso,
y la plenitud, pues eso, contempló...
que el tiempo se serene,
que no pisé ningún acelerador,
que se ancle, que se instale...
en esta bella estación de felicidad.
Te doy mi brazo y el otro... y te abrazo.
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