Madre mía, la nieve, tu sonrisa tibia, el calor de la mano, un paraguas negro va de blanco. Todo el mundo por esos lares, donde no suele nevar, está expectante, entre ilusionado y preocupado, por no quedar atrapado pese a tener las cadenas a punto. Muchos pueblos de montaña, sobretodo aquellos tan maravillosos, los llamados pueblos blancos, me los imagino aún más blancos, y con los fríos a los que no están acostumbrados. Madre mía niña, cómo encajas en la nieve, no por lo fría, más bien por cómo enciendes mi alma, que estalla en gotas blancas.
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