Cansado de volar, me posé en la encina protectora,
aquella que guarda recuerdos y nostalgias de miles paseantes
que bebieron de los suspiros que aún viven aquí.
Mi encina milenaria es como el mar, un abrazo que cobija,
un espacio para pensar, para revivir lo soñado...
y para proclamar los presentes, que serán historia y vida.
La encina, el mar, una tarde que se alarga... no importa,
una luna que aparece y da más paz.
Bien, si no hay vuelo, hay refugios,
divinos espacios de la existencia, la vida a soplos…
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