La clase ha terminado, es la una. Hacemos una fila automática, hacia el patio... allí están los padres para llevarlos a casa, o los encargados del comedor. Yo me quedo un rato en clase, allí escucho las voces de los silencios más expresivos. Observó los pupitres de los alumnos más significativos, tanto por exceso de lo que sea, como por defecto, a veces incluso me siento en sus asientos para ver si puedo ponerme en su lugar. Impagables esos momentos de paz en el aula vacía. Después me voy con una sonrisa y alguna determinación con la que poder ayudarles a crecer positivamente...
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