Bar de jubilados, es la hora del almuerzo y allí acudimos como aquel que va a pecar. Los cuerpos ya no están para salsas ni picantes, pero hay lleno total, y buen vino hablador, y alguna copita que nos hace abrir, y nos contamos nuestros presentes, como chicos de encargos, conductores de nietos y paseantes sin prisa frecuentando los bancos estratégicos. A veces es divertido, se escuchan historias... del sabelotodo de turno, del oportuno fantasioso, del simpático de siempre y del que viene a gozar de un contacto humano del que no va sobrado. Bar de jubilados, una agradable tentación, algo a controlar pero sin despreciar y valorar en su justa medida…
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