Dame la mano y andaremos despacio por el paseo de peatones,
cerca del río, a las afueras del pueblo,
donde algunos ricos han hecho su mansión.
No es tiempo de mosquitos y las aguas se muestran generosas,
muchas son saladas porque el mar cercano sale amoroso para abrazarlo.
Unas lisas saltan, como saludando eufóricas nuestra presencia,
un vuelo de flamencos nos pasa por encima, no muy lejos.
Es un paisaje bucólico, por ahí vive la paz,
la belleza, el sosiego, y nosotros de visita para quedarnos…
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