Me hablaron de ti, pero no mucho, no tenías, digamos las historias habituales, con las que se divierte el boca a boca. Me contaron de tu discreción, de tu buena capacidad para los estudios, de tu intención de ayudar a tu casa en lo que podías… Nadie dijo nada para la duda, nadie dejó de alabar a aquel azahar, porque todo el mundo tenía claro que la naranja sería preciosa y con todo su jugo. Lo de la sonrisa dibujada en los ojos, vendría después, algo irrenunciable…
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