dissabte, 17 de febrer del 2018

Aquella mirada, aquella voz...

Llevo clavada aquella mirada que adereza, revitaliza, fortalece… Mi madre era un libro abierto, donde leer en sus ojos era enterarte de cuánto sabía del mundo y de mi. Aquella voz en la distancia, tan penetrante, clara, diáfana… Aquel conocimiento de mi todo, yo y mis circunstancias, aquella madre, tan madre, sabiendo siempre lo que hacía, e incluso lo que no hacía. Y siempre la palabra justa, el consejo oportuno, la mano a mano… de buena y gran madre.
          

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