Llevo clavada aquella mirada que adereza, revitaliza, fortalece… Mi madre era un libro abierto, donde leer en sus ojos era enterarte de cuánto sabía del mundo y de mi. Aquella voz en la distancia, tan penetrante, clara, diáfana… Aquel conocimiento de mi todo, yo y mis circunstancias, aquella madre, tan madre, sabiendo siempre lo que hacía, e incluso lo que no hacía. Y siempre la palabra justa, el consejo oportuno, la mano a mano… de buena y gran madre.
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