Me enamoré hasta de tu sombra, de tus ambientes,
de todo lo que habías vivido y frecuentado.
Me enamoré de tus amigos, del bar al que acudías…
a tomar tu café de la mañana,
del paseo nocturno, a la luz de la luna,
al que alguna vez tuve la dicha de acompañarte.
Me enamoré de las flores que cada tarde
perfumaban tu presencia…
Y, como no, que remedio me quedó, me enamoré,
así, perdidamente… de tu recuerdo fiel.
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