Dicen, creo haberlo estudiado o leído en alguna parte, que se da con más sinceridad y sentimiento el pésame porque a alguien le ha ocurrido alguna desgràcia que la felicitación y enhorabuena porque le tocó la lotería o la vida le ha sonreído con algún gran éxito en sus quehaceres cotidianos. La cosa parece cierta, aunque yo siempre me acuerdo de mi abuelo médico que, según me explicaba mi padre, solía decir que él nunca sería más feliz que cuando viera a sus próximos más ricos que él. Grande, mi abuelo...
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