Una isla, pero en un río, con naranjos y otros cítricos, hortalizas, incluso algunas palmeras, para darle un tipismo de otros lares. Una isla en un río, navegable y navegado, por los buscadores de lo exótico, instalado en un lugar paradisíaco... y, pese a todo, un cultivo natural, como un jardín de víveres y belleza. Barcas de pesca y de paseo, y el río baja tranquilo, y en el pueblo se goza la paz de las gentes de bien. Es el lugar con el que sueñan los poetas y los amantes del amor. Y así, como el que no quiere la cosa, una loa a los amantes de la naturaleza urbana, instalada en la virgen, digo yo...
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