El río podría ser de lágrimas,
ya que bajan como perlas en flor,
embelleciendo los desniveles hacia el llano.
La niña moza llora desde la cumbre,
donde el río que expande sus pesares
también llora, acoge y acompaña…
Pero el mal no le va a durar cien años,
y bajará de la cumbre...
y paseará por los márgenes del río,
y, donde menos se espera,
verá a su príncipe, más o menos azul,
contemplando sus lágrimas de luz…
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