Háblame cómo trina el gorrión en sus cortejos amorosos,
cómo ronronean las palomas en el nutrido jardín vertical.
Háblame con la dulzura y la confianza del corazón abierto,
como se expresa una lágrima cristalina,
que se disuelve a base de suspiros apasionadamente ciertos.
Háblame de la misma forma en que me miras,
de la misma manera en que te sueño,
igual que cuando amanece y me dices buenos días con los ojos,
y el día serena y empieza la música,
y el gran Vivaldi se recrea en nuestro maravilloso otoño a dos,
con los próximos cerca del alma, como el mar…
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