Me encantan las personas que abrazan, cobijan, cual gallinas cluecas a sus polluelos, y se desviven en su afán de entregado amor y protección. A los buenos padres, por ejemplo, nos encantaría que los hijos nunca salieran de nuestro abrazo, y eso no quiere decir que no les dejemos volar solos, sino que en sus vuelos, lleven siempre el amor que les dimos y siempre mantenemos...
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