En el ascensor, su aroma desentumece los espacios cerrados,
la luz es más luz... y uno no sabe dónde va,
ha perdido la noción del paso y del piso.
El elevador se para y bajas, y yo sigo, a ninguna parte,
y recupero el sentido y subo otra vez,
y me bajo donde tú, y no hay nadie...
sólo un resto de luz y de aroma y un vacío en el sueño volátil,
sólo un suspiro, el mío, persiguiendo una sombra...
que sólo persiste en mi mente ávida de ti.
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