La veía reír, pasear su alegría,
comportarse sin los protocolos preconcebidos,
se veía vivir esclareciendo sombras por el mar de los respetos.
Era libre y fresca como las rosas recientes que el rocío embellece,
y, en un arrebato de temperamento,
regalan su aroma a la avidez circundante.
La oía hablar, dudar, decir, con un fondo de sonrisa,
como aquella semilla que no hay maleza que ahogue,
y yo me emocionaba por completo... la veía vivir, feliz.
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