Cuando me jubilé, se me escapó una de mis frases más desafortunadas: ”A partir de ahora ya no quiero ni enseñar ni aprender nada más”. Seguramente llevaría las alforjas llenas de los avatares de más de cuarenta años de docente, pero no lo justifico… Uno, en su decente humildad, puede ser ejemplo, como mínimo, de sus experiencias y, sin darte cuenta, sigues enseñando, ahora sin tiza ni pizarra, respondiendo a conciencia, a todos los que esperan tus sabias respuestas, un suponer. En cuanto a aprender, diría aquello de Salomón: ”Salomón muriendo y de un niño aprendiendo”. La vida es una hacedora de grande lecciones...
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