Cogí tu mirada en vuelo,
y me la llevé entre las hojas
de un bosque tranquilo,
de senderos sin surcos,
de desmayos profundos,
con ramajes lánguidos
y resinas... cual lágrimas
de los duendes del mejor amor.
Tu mirada, un paseo alado,
miraba por si la miraba,
y en el vuelo de un mismo
viento vespertino, nos perdimos,
y allá, encontrados,
cerca de los pinos, nos amamos...
a la luz de las luciérnagas.
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