Las tardes se acortan y empiezan las noches más largas,
del que no tiene tacto, ni sueños, ni nido.
Se ha convertido en un esclavo de su libertad y lo perdió todo,
creyendo que ganaba espacio y decisión, sin mandos ni objetivos.
Camina por la calle, con paso incierto, buscando las farolas
y algún rellano como cobijo de los fríos.
De su presupuesto, coge para vino, como prioridad, el vino...
lo evade hacia lo irreal, o mejor lo duerme, sin sueños ni esperanzas.
Pero no quiere acogida, ni jaula, incluso parece ser feliz...
en este mundo que parece un purgatorio.
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