Y allí estaba él, impertérrito,
viendo pasar el tiempo,
cual Torre de Alcalá,
pero en maravilla natural, única.
El Delta te acoge, te ceba,
se muestra, te extasía,
te llena, te cubre, te besa,
te capta, te abraza… y te gana.
Para mi es como volver a los orígenes.
Él llora conmigo en verde y agua,
y lo hace con calor de madre y río,
y me cubre con mi mar amigo,
y las lagunas anidan vida,
y las gentes hablan como yo,
y entre todos hacemos un nosotros,
que nos complace y nos bendice…
Las aguas invaden los trozos cerrados,
sembrados de nuestro mejor maná,
los verdes prestos a puntear la vida.
El Delta, no confundan, el del Ebro,
dispuesto y decidido a cambiar de color,
son bellezas mutables de regalo.
Uno, después de las decepciones deportivas,
se va a ver el mar cercano,
para soñar con el nuevo proyecto,
pero la culminación, el impacto,
la comprensión, la complicidad,
la encuentro en mis llanuras aguadas,
mis pájaros y mis gentes cercanas…
¡Un olé por mi tierra querida!
¡Otro olé por mi Barça, que tanto nos dio!
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