Me gustaría ser ecuánime, siempre, imparcial en el juicio… claro que no quisiera enjuiciar, no debería, porque en mi se da aquello del color, el del cristal con que se mira. Si veo un partido del Madrid, de fútbol, siempre me parece que le ayudan los árbitros. Si veo al Barça, pues eso… le perjudican. No soy imparcial, ni blanco, se nota.
En política me pregunto lo del agua… algo debe tener cuando la bendicen, y lo entiendo, es vida, dicen los ciertos. Pero las mayorías absolutas sin pueblo, por más que busque, se me escapa… y, en el ejercicio de la asfixia, disfrazada de sonrisas de Judas, los mismos sufridos comprados, a bajo precio, perpetúan la agonía, la de casi todos los del pueblo llano.
Recuerdo mis juicios en el patio de la escuela y en clase, buscando el equilibrio, dando y quitando razones, a veces por abuso de ellas, otras, siempre, recuperando respetos, invitando al diálogo, previa estada en el rincón de pensar en los hechos… Qué fácil era todo, la vida no tanto… parece que los niños lo saben y se entrenan para subsistir entre los despropósitos.
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