Me encanta la luna cuando se afila,
es como aquel ojo que te mira de refilón,
con la mirada embriagadora i sutil…
Me complacen los arco iris brillantes,
aquellos que emergen multicolores,
por entre las nubes grises,
con un aire de rojos de atardecer…
Soy feliz cuando no me molesta la temperatura,
y mi cuerpo serrano, más bien de mar,
transpira plácido y libre de abrigo.
Es como la música de ambiente
que, en un momento dado, reparas
y te parece mentira no haberla escuchado.
El combinado ya es apetecible…
La luna, de espantoso ojo amarillo,
a decrecer misterio, ambiente, ternura,
o a regalar préstamos de sol, dudosos…
rayos que atraviesan lluvias
y surgen como serpentinas onduladas.
Dicen que San Martín va metido entre colores,
y los tiempos se suceden,
y los cuerpos se amotinan en el agua refrescante,
o se tapan en cáscara inmadura…
Siempre me gustaron los desnudos,
aquellos que bailan las músicas de las hojas,
de las primaveras con brisa galopante.
Me encanta la luna cuando se afila,
porque nos mira con gracia e ingenio.
Soy un fan de las miradas dulces
y de las sonrisas finas… de la luna menguante.
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