En el Júcar no había patos,
y el mar era de piedra,
por la Ciudad Encantada, preciosa.
Su playa es de agua dulce
y de sombras de árboles frondosos.
La imaginación tienen su cuna por esos lares
y te lleva en volandas por los sueños del intrépido,
donde el hada buena conduce
por los acantilados de la belleza,
y en las cumbres bajo cero
anidan las fiebres de los aceros…
El magnesio conserva las formas
y, éstas, serán lo que quieras
y, con el tiempo, otra cosa serán.
No sé por qué recuerdo campos de soledad,
pero aquí los collados no son mustios
y la gente es amable y sonríe
y saluda y responde y te atiende.
Por los pueblos, los campos ondulados
se visten de verde y de huerta,
parecen abiertos, calmados, pacíficos,
menos los pájaros, que andan de bodas
con su rama en pico y aleteo enérgico.
Cuenca, Castilla - La Mancha, dicen,
pero en todas partes cuecen habas
y en un graffiti ponía: Castilla… y punto.
Me encantan los pueblos de la piel de toro.
Lástima que sus gobiernos no me placen…
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