Gracias por aquel café, que se quedó allí porque no había tiempo para más tonterías. Gracias por aquel paseo interminable, donde sólo nos sorprendió la tristeza cuando acababa la tarde y había que volver. Gracias por tu sonrisa espontánea, que hace de mis días un mundo con más luz. Gracias por tu compañía, por tu estar impagable, por tu presencia noble, sana, natural como una caricia que, cual deliciosa brisa, invisible y silenciosa, te impregna el alma de buen amor. Gracias por tanto, gracias por todo, un todo hecho a la luz de las lunas, a los días eternos, contigo todo se magnifica, así que a ti, por ti, gracias por existir.
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