Mis mayores me hablaban del lenguaje de los abanicos, de los vuelos de los pañuelos, de las caídas de ojos, de las sonrisas mostradoras de caminos inequívocos… Me contaron del poder de seducción de los tobillos, de la impagable labor de las sombrillas como altas valedoras de la hermosura de los cutis blancos… Mi abuela proclamaba maravillas de una amiga, de la que decía, entre otras cosas, que estaba blanca como una leche y entradita en carnes, como era la última moda y perfecta tentación para todos los caballeros de la época. Eran otros tiempos...
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