No, nunca me arrancó un suspiro, pero sí una y muchas sonrisas de aceptación, de complacencia, de afinidad… Era una buena amiga de todos, leal, sana, inteligente, que sabía dar a todo un toque limpio de buena reflexión y buena esperanza. Ella era aquel bien, casi utópico, al que muchos aspirábamos, pero que vimos, pues eso, utópico, inalcanzable, porque siempre parecía faltarnos algún ingrediente que completara esa pócima para alcanzar toda esa personalidad tan digna de admiración...
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