Desayunamos lo de siempre en el bar de siempre. Llega una madre, relativamente joven, con un carrito con niña, no llega a los dos meses y, en un momento, se pone a llorar, la coge, le da el pecho y, ya satisfecha, se calla y hace unos gorgoritos de agradecimiento a modo de sonrisa angelical y sus ojos van de paseo por todas partes. La madre nos cuenta que es su tercer hijo, y se le nota en el manejo de la situación, sus gestos son rápidos, ágiles, dulces, de buena madre. Yo pienso en nuestra Arlet, que también va progresando adecuadamente, con sonrisa única, dulce...
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