Ir al lavabo cuando tienes algún aprieto, siempre es un acto relajante y de liberación, un placer vaya, sobretodo si todo se realiza con normalidad y con la abundancia pertinente. Suelo tener libros distribuidos por el piso, dormitorio, despacho, sofá... y también, como no, en el lavabo, donde a veces por querer acabar un capítulo, me estoy más tiempo del necesario y mi mujer me pregunta si me encuentro bien. Bien, el relato de hoy no parece muy oportuno, pero siempre me ha gustado leer por diferentes sitios de la casa, incluso cuando vivía solo, de soltero, solía tener alguno en la mesa del comedor y hacía aquello tan poco edificante de tomar el café ya en plena lectura. Bien amigos, leer es todo un sano placer...
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