Soy el profesor, es el último día del curso, ya se han ido todos, cierro la puerta, tengo una cierta tristeza, algo así como si me hubiesen robado algo, pero no es cierto porque nada era mío, y tampoco los voy a perder del todo... todos vamos a estar por aquí el próximo curso, pero es aquella sensación de estima y de protección paternal que tienes con tus alumnos, de los que eres el tutor, te los haces como algo tuyo y les has procurado lo mejor durante el curso… Luego se me pasa, pero recuerdo alguna lágrima, de aquellas que no controlas, sentida, verdadera.
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