Nunca dejaré de volar con las alas ágiles del pájaro cantor,
aquel que vive y bebe las bellezas de los entornos,
se posa en los acantilados desde donde contempla los horizontes,
tan lejanos ellos... y luego marcha al bosque cercano
para jugar con las ardillas y extasiarse con el aroma de los romeros en flor.
Nunca dejaré de volar, no, nunca dejaré de soñar en los espacios libres,
donde campan a sus anchas los buenos entes,
siempre al servicio de la paz y la concordia.
Volar, soñar, vivir la vida…
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