Y en el mar los vacíos, las risas, las calmas,
y en el mar, los silencios, las euforias, los sueños, la paz.
Ya se acercan las noches del frío...
y mi roca que preside la belleza de los acantilados,
parece vestirse de un musgo aterciopelado,
como una silla real para acogerme con su bienvenida habitual.
El mar ya está como feliz, y yo con él, el mar y yo,
y, como dijo el poeta, con la montaña después, sobretodo en verano,
sólo queda el mar, sin mi, en olor de multitudes…
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