Si dejara de soñar podría reparar en la crudeza del futuro que, no por ser muy predecible, es menos real. Uno prefiere soñar porque en el sueño es factible el vuelo y en el vuelo uno es golondrina qué rasea las calles nobles de los pueblos, o puede ser un gorrión en perpetuo cortejo, mejorando músicas para el amor, o puede ser el águila imperial que va por las alturas más altas, contemplando los aconteceres cotidianos… A veces uno no sueña, deja de volar, ve real su presente, su futuro, la vida…
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