En la derrota el aficionado queda cejijunto, cabizbajo, cariacontecido, con una cierta tristeza desilusionada… Lo cierto es que para que unos ganen, los otros tienen que perder, luego viene aquello de la dignidad, con mérito en el esfuerzo, y la euforia en la victoria, sin ningún ánimo de humillación pero mostrando el placer por el trabajo bien hecho. Al final todo es un juego, pero lo mismo ocurre en la vida y ésta... no es un juego.
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