Le escribía cartas bajo la atenta mirada de todas las lunas,
y salía en busca de su aroma,
incluso cuando el sol ya lo había evaporado.
Yo le cantaba canciones de autor
cuando el mar se quedaba tranquilo y me acogía
con su comprensión y suavidad habitual.
La soñaba y la amaba en el sueño,
y ella era feliz en la interpretación de mis deseos,
y el día no llegaba, y el sueño persistía
y yo feliz en el sueño, y ella feliz conmigo, noche eterna…
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