La pareja es joven, menos de veinte años, hablan, más bien susurran muy cerca de sus orejas, y pese a que uno ha lanzado el radar, lo que se cuentan es inaudible. El la coge de la mano, ella levanta la cabeza, como reclamando urgencias, el la besa sólo dulcemente, hay promesa cierta de besos profundos, largos… Se dan cuenta de que están pegados, en plena calle, bajo un árbol sin banco, a los ojos de todos. No parece importarles mucho, hacen bien y uno es feliz de ver felices a los demás, y aunque no son todo ruiseñores, como dijo el poeta, hay amor.
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