Sofá, calma, silencio, sueño…
Me mira como duermo, escucha cómo ronco,
y, en el sueño, se me acerca su aroma,
veo su sonrisa cómplice de felicidad.
Duermo sin haberme ido, la oigo,
oigo sus silencios y sus prudencias,
abrazo, cubro de besos su presencia.
Y, después del sueño, no cambia nada,
tú allí, con la miel en los ojos, como siempre,
la dicción suave para un despertar...
de músicas sensibles, sin estridencias.
Y tú, en el sueño y en el despierto,
una maravillosa realidad…
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