Cuando vas andando el río se hace inmenso,
pero no importa, voy despacio, paso a paso,
lento, de puente a puente, por debajo claro,
hasta llegar allá donde el camino se hace estrecho,
casi inaccesible, sobretodo cuando ha llovido
y tienes que hacer equilibrios para poder pasar.
Pero uno sigue, en sentido contrario al del agua,
y cada vez va más cansado, pero más distraído
y lleno de visiones cada vez más naturales.
Me salgo del camino y llego hasta el Puente del Diablo,
acueducto romano que se conserva...
maravillosamente bien, me siento, bebo agua,
descanso, huelo romeros, respiro historia...
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