Nuestras comidas copiosas de los días de fiesta, en los restaurantes de proximidad, solían terminar con dos cafés, una copa de Magno a compartir y dos cigarrillos rubios… era la plenitud, el placer. Con el tiempo, hay que prescindir de casi todo, sobretodo del tabaco que, tanto me gustaba y tanto me perjudicaba, después del coñac, aunque esto no me costó tanto, y el café lo he reducido a un par al día. Por supuesto que las comidas copiosas, ya no lo son tanto e intentamos hacer vida sana y cuidarnos, pero yo siempre me acuerdo de mi juventud, con sus momentos culinarios tan brillantes y sus maravillosas y espectaculares espuelas de a veces, un placer único.
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