A veces, alguna vez, miro al mundo… así, como un poco por encima del hombro, y es que no todos han podido tener una Teresa en su vida, y allanar sus días, y subir cualquier montículo, y emprender todos los exámenes con las lecciones aprendidas. Tener una Teresa, sin posesión ni pertenencia en jaula dorada, solo con la libertad con que las cigüeñas ponen sus magníficos nidos en el centro de los pueblos, eso sí, lo más cerca posible del cielo, y yo le doy las gracias, al cielo, por tanta generosidad para conmigo.
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