Me arrastré por los abismos,
los más profundos y vacíos,
por los que te lleva la impotencia.
No, no conseguía un mínimo suelo,
una cierta estabilidad,
y, cada vez que intentaba un olvido,
me invadía un aroma de romero...
salpicado de tomillo,
y me trasladaba al bosque,
donde nos perdíamos...
para encontrarnos definitivamente.
Pero un día te vi con el,
y se apagó el aroma, el tuyo...
aunque en el bosque continuaba reinando
el romero y el tomillo, todo un recuerdo,
un suspiro aromático,
una nostalgia que dejó huella…
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